Desayuno un café con galletitas en el consultorio, con la dignidad de haber llegado a tiempo y estar esperando a mi paciente. Todo fluye cálidamente. Hacía semanas que el sol no pegaba en la cortina dándole otro color al espacio. Sólo el ruido, que viene de la calle e irrumpe, amenaza con formar parte ineludible de mi escucha.
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